"A eso de las doce de la noche los días de diario no son el mejor momento ni el mejor lugar para hacer conjeturas y menos aún un martes, el peor de los escenarios posibles para comenzar una novela, acabar una vida o simplemente pensar. Pero la vida es lo que es y vivir es vivir, sin más: nada que ver con un guión de Hollywood. Así que allí se encuentra, frente al espejo del cuarto de baño, en pijama, con el cepillo de dientes en una mano y el dentífrico en la otra. Sus ojos se han detenido en una mancha en el espejo. Acerca la uña hasta ella y al rasparla salta. Husmea en los restos que han quedado en la uña: es pasta de dientes. Piensa en las sorprendentes distancias que alcanzan las gotas durante un lavado de boca. También piensa en la necesidad de limpiar el espejo. Y en ese momento otro pensamiento (siente la mente juguetona, una suerte de tenue desvelo que aligera su cuerpo) sugre sin avisar de un rincón de alguno de sus hemisferios cerebrales, muy posiblemente el derecho, tan abandonado, que aprovecha estos momentos de cansancio para hacerse oír. Se da cuenta en ese momento de que siempre está lavándose los dientes a esa hora de la noche: y no que realice esa actividad regularmente, sino que el único momento en el que toma conciencia de su existencia es precisamente ése, cuando se limpia los dientes mecánicamente antes de dormir. Intenta hacer memoria de lo ocurrido en los último días y solo se ve a sí mismo frotando muelas e incisivos con parsimonia. Le cuesta recuperar las imágenes de lo vivido en ese mismo día. Únicamente consigue extraer de alguna fosa neuronal palabras inconexas, rostros de personas, trayectos en autobús. Y sin embargo, acuden a una pantalla imaginaria que podría estar situada en el sucio espejo al menos las diez últimas noches que ha cumplido con el rito de la higiene bucal. Se siente sorprendido y al mismo tiempo levemente melancólico al comprobar que su existencia se reduce a esos cinco minutos de encuentro con él mismo, o quizá debería decir con sus dientes. Mientras extiende la pasta blanca y azul sobre el cepillo medita sobre la posibilidad de mejorar su calidad de vida y hacer el esfuerzo de buscar nuevos momentos para poder ser él mismo. Pero, una vez ha concluido, decide simplemente mejorar esos minutos que, ahora lo entiende, son tan valiosos para él. En la mañana siguiente comprará un cepillo de dientes eléctrico, hilo dental de la mejor calidad, uno o dos colutorios para cuidar sus encías y una buena pasta dentífrica blanqueadora. Ah, y limpiará el espejo. Al menos que sea un tiempo de nivel, piensa. Y luego escupe en el lavabo."
Manuel Valls Gordejo