La mágia existe sí.
Pero solo cuando crees en ella.
Decidí acudir a aquel sitio al que llevaba una semana entera anhelando volver. En un principio iría acompañada, pero a ultima hora mis refuerzos fueron abandonando el plan, y me vi sola con la idea de abandonar yo también.
El caso es que apenas 24 horas antes, una parte de mi se había ido para siempre, el día había sido una auténtica mierda y mi estado de ánimo andaba arrastrándose por los suelos sin saber donde parar.
Así que me dije...
- Hazlo.
Estas en la mierda, te apetece tanto ir... no importa que lo hagas sola.
Solo ve y hazlo.
Y fuí.
Y lo hice.
Me presenté allí aun dubitativa sin saber muy bien si entrar o quedarme fuera esperando a que alguien me diese un empujón.
Entonces, llegó ese alguien y me empujó.
Me invitó a pasar.
Me negué.
Insistió.
Acepté.
Apenas estuve media hora deslizándome por el hielo cuando vi que aquello no tenía sentido estando sola. No podía disfrutar de nada. Y puse fin.
- ¿Tan pronto?
- Sola no es igual.
- Al menos te deja tiempo para pensar.
Si hubiese sabido que lo que menos quería en ese momento era pensar...
Caminé de vuelta a casa.
Como siempre, aquella luz verde en la esquina marcaba la hora. Siempre tan puntual. Tan llamativa.
Levanté la vista y reconocí la hora.
Eran las 22:22.
Pensé que sería mucha casualidad que volviese a pasar.
Que la siguiente vez que apareciese la hora fuesen las 22:23.
Y de pronto... 22:23.
Como ya pasara un día cualquiera de vuelta a casa.
Cuando dije qué curiosa era esa hora y al instante cambió.
Ya no sé si estoy perdiendo la cabeza o esta se quiere ir de una vez por todas de mí.
Pero ahora cualquier detalle me parece maravilloso.
La magia está ahí.
Solo hay que saber prestarla atención cuando llega.
Y disfrutarla después.
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