El último paseo, distinto a todos los demás porque mi hombro sostenía su brazo. Y su cintura el mío.
Aquel último gesto y aquella última mirada.
Pronunció mi nombre como solo él sabía hacer.
Levanté la vista.
Sus manos se elevaron hacia su cara, dibujando en ella una sonrisa.
Todo reducido a ese simple gesto.
Eslovaquia no está tan lejos después de todo.
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